«Señoras y señores, se acaba la mili». El 9 de marzo de 2001, el ministro de Defensa, Federico Trillo, pronunciaba en un tono nada ... marcial una frase histórica por la que miles de chavales respiraron con más alivio que nunca. Se acabó la pesadilla de acabar pegando barrigazos bajo el sol africano de Melilla o haciendo guardias en Burgos en una garita sin calefacción a diez bajo cero. Poco después de aquel «se acaba la mili», el Gobierno de Aznar aprobaba el decreto del fin del servicio militar obligatorio y la transición hacia un ejército plenamente profesional como el actual. Lo de morir por la patria dejaba de ser cosa de todos; solo empuñaría un fusil quien quisiera.

Sin embargo, la sombra de Rusia y su amenaza sobre la integridad territorial de los países europeos tras la invasi

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