Las personerías municipales son, quizá, una de las instituciones más determinantes para la vida cotidiana de la gente y, al mismo tiempo, una de las más subestimadas. Mientras los grandes debates nacionales ocupan titulares, en cada municipio existe una oficina que, cuando funciona con carácter, conocimiento y verdadera vocación pública, puede impedir abusos de poder, acompañar a las víctimas, orientar a la ciudadanía y defender derechos que de otra forma se perderían en el silencio institucional.

Como ciudadano y próximo administrador público territorial, he visto y analizado cómo estas entidades, nacidas para vigilar, proteger y orientar, terminan relegadas por desconocimiento ciudadano o por presiones políticas que quieren reducirlas a simples espectadoras. Pero sin personerías fuertes

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