Comer sin compañía en un local público para alguna persona puede considerarse extraño, incluso incómodo. Sin embargo, cada vez más personas lo convierten en una práctica habitual.
Para muchos, no se trata únicamente de disfrutar un plato, quienes se sienten a gusto comiendo a solas muestran rasgos personales que explican por qué esta experiencia les resulta tan natural y enriquecedora.
Autonomía: la base de una experiencia libre de presiones
Las personas que se atreven a ocupar una mesa sin acompañantes suelen tener un vínculo sólido consigo mismas .
Disfrutan de su propio ritmo, valoran el silencio y saben aprovechar el tiempo en solitario sin buscar validación externa. Para ellas, salir a comer sin compañía no representa un desafío social, sino un acto de libertad cotidiana.
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