El plan de Washington para apaciguar a Putin y lograr la paz en Ucrania ha fracasado, pero muchos han visto en ello la sentencia de muerte de la dependencia europea de la protección estadounidense

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La responsable de política exterior de la Unión Europea, Kaja Kallas, pidió la semana pasada a sus funcionarios que hicieran un recuento del número de veces que a lo largo de los siglos XX y XXI, y en distintas formas, Rusia había invadido otras naciones. La respuesta fue 19 países, en 33 ocasiones.

La ex primera ministra estonia no lo hacía por entretenerse con la aritmética de la historia. Buscaba dejar en evidencia un aspecto fundamental de las diferencias entre Estados Unidos y Europa sobre el futuro de Ucrania. Una brecha en la percepción sobre la naturaleza del régimen ruso que separa cada vez más a los dos lados del Atlántico.

Kallas lee libros de historia como pasatiempo. Por lo que conoce de la ocupación soviética de su propio país, lleva tiempo diciendo que la Unión Soviética cayó, pero no su visión imperialista. “Rusia nunca ha tenido que aceptar verdaderamente su pasado brutal, ni asumir las consecuencias de sus actos”, sostiene. Argumenta que la naturaleza del régimen ruso implica que “recompensar la agresión traerá más guerra, no menos”. Putin volverá a por más.

Johann Wadephul, ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, hizo la semana pasada una advertencia similar: “Nuestros servicios de espionaje nos advierten con urgencia: Rusia está, como mínimo, creando la posibilidad de una guerra contra la OTAN a más tardar en 2029”. Según Wadephul, Putin está reclutando una unidad nueva casi cada mes. “Unidades que, sin duda, también nos tienen a nosotros en el punto de mira, a la UE, a la OTAN”, dijo.

El presidente francés, Emmanuel Macron, ha descrito a Rusia como una “potencia de desestabilización constante, que intenta cambiar las fronteras para ampliar su poder”. Tacha a Putin de “depredador, un ogro a nuestras puertas que necesita comer constantemente para sobrevivir. En resumen, una amenaza para los europeos”.

“Sabemos que sin la disuasión, [Putin] tendrá la ambición de volver a intentarlo, y lo volverá a intentar, y debemos prepararnos para evitarlo”, dijo ante los diputados de Reino Unido Keir Starmer, el primer ministro británico.

El aislacionismo estadounidense

Todo esto va diametralmente en contra de lo que piensan los aislacionistas estadounidenses. El actual representante de Donald Trump en el tablero mundial, Steve Witkoff, también asesora a Rusia sobre la mejor forma de ganarse al presidente de EEUU. Expromotor inmobiliario en Nueva York, Witkoff ha admitido que sabe poco de historia. Durante una entrevista concedida en mayo a la revista The Atlantic dijo que había estado viendo documentales de Netflix para solucionarlo.

Lo cierto es que después de cuatro visitas a Moscú, trata a Rusia como a cualquier otro país, y a Vladímir Putin como a cualquier otro líder mundial. En conversación con Tucker Carlson, Witkoff dijo estar seguro de que Rusia no trataría de hacerse con más territorio europeo una vez que Putin obtuviera cuatro regiones de Ucrania. “Creo que existe una especie de idea de que ‘todos tenemos que ser como Winston Churchill, que los rusos van a invadir Europa’. Me parece absurdo”, dijo. “No creo que Putin sea un mal tipo. Es una situación complicada, esa guerra y todos los ingredientes que la provocaron; ya se sabe, nunca es solo por una persona, ¿o no?”, añadió. En su opinión, Rusia realmente quiere la paz.

En gran medida, Trump tiene la misma benevolente opinión sobre Putin. Su vicepresidente, JD Vance, se ha burlado de la idea de que el líder ruso tenga planes expansionistas argumentando que Putin no es Hitler (lo que deja el listón bastante bajo). El jueves pasado, Putin se ofreció a poner por escrito que no invadiría otro país europeo.

Para Europa es deprimente constatar de qué manera el péndulo de Trump vuelve una y otra vez a su posición natural de simpatía por Putin, por mucho que sus socios europeos hayan conseguido alejarlo de Rusia. Cada vez que Europa cree que está a punto de convencer a Trump de que Rusia es un agresor que amenaza a la seguridad de Europa y, por extensión, a la de EEUU, Trump concede otra oportunidad al ruso, otra llamada telefónica, y “otras dos semanas”. Lo único que no cambia en Trump es su creencia de que Ucrania no puede ganar la guerra y de que tiene que cortar sus pérdidas.

Ceder a las exigencias [de Trump] en materia de gasto militar, en aranceles, en desregulación digital, en fiscalidad multinacional y en suministro energético no ha servido de nada

Pero los líderes europeos no habían terminado de entender de qué manera las autoridades estadounidenses están pensando en un nuevo orden europeo donde Rusia no es castigada sino recompensada, en nombre del realismo, por su invasión ilegal de Ucrania hasta que este mes se conocieron los 28 puntos del plan de Washington y Moscú para poner fin a la guerra, y la revelación posterior de que Witkoff habría asesorado a representantes rusos sobre la mejor forma de convencer a Trump.

Sorprendidos por Trump una vez más, los líderes europeos leyeron con una combinación de pánico e incredulidad un párrafo tras otro de la propuesta estadounidense.

“Estamos viviendo un momento histórico y dramático; histórico porque no solo supone la rendición de Ucrania, sino el relevo de Europa a la tutela de un condominio ruso-estadounidense”, dice François Hollande, expresidente de Francia. “Dramático porque significa para Ucrania la pérdida definitiva de un tercio de su territorio y no aporta garantías de seguridad para protegerla de nuevas agresiones rusas”, añade. “También es dramático porque el plan no es otra cosa que la asunción por parte de Trump de las exigencias de Vladímir Putin, reduciendo a Europa al papel de espectador acorralado”.

“El plan de Trump para poner fin a la guerra en Ucrania pone de manifiesto el fracaso de la estrategia de apaciguamiento adoptada por la UE. Ceder a las exigencias [de Trump] en materia de gasto militar, en aranceles, en desregulación digital, en fiscalidad multinacional y en suministro energético no ha servido de nada”, dice Josep Borrell, que antecedió a Kallas como responsable de Asuntos Exteriores de la UE. “Con el plan de 28 puntos para poner fin a la guerra en Ucrania, los Estados Unidos de Trump ya no pueden considerarse aliados de Europa, que ni siquiera es consultada sobre cuestiones que afectan a su propia seguridad. Europa debe reconocer este cambio en la política estadounidense y responder en consecuencia”.

François Heisbourg, asesor principal para Europa del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, cree que el plan de 28 puntos es comparable al armisticio firmado en 1940 entre la Alemania nazi y una Francia derrotada. “En esencia, se trata de una paz acordada según las condiciones de Rusia”, dice.

John Bolton, que ahora critica a Trump tras haber sido su asesor de Seguridad Nacional durante la primera presidencia del republicano, es aún más incisivo. “Pienso en todas aquellas personas que durante el último año han estado diciendo ”que Trump ha cambiado de opinión, que va a apoyar a Ucrania’. No sé cuántas veces hará falta demostrarlo. Ucrania no le importa“, dice.

Norbert Röttgen, experto en política exterior del partido alemán Unión Demócrata Cristiana (CDU, por sus siglas en alemán), describe este momento como un punto de inflexión en el que “Estados Unidos se está poniendo del lado de Putin y traicionando tanto la soberanía de Ucrania como la seguridad de Europa”. “La anterior suposición de que había una alianza transatlántica donde Estados Unidos daba una garantía de seguridad ya no rige”, agrega. En su opinión, aunque el plan de 28 puntos termine por no llevarse a cabo, “ha ocurrido algo fundamental”. “Ya no vivimos en el mundo de antes”, dice.

Existe la ilusión de que simplemente dando más dinero, más armas o imponiendo más sanciones se alcanzará la victoria; la paz no la lograrán diplomáticos fracasados, o políticos que viven en un mundo de fantasía; la lograrán personas inteligentes que viven en el mundo real