Cuando llega , algo cambia en el espejo. La piel ya no responde igual a los mismos productos, la hidratación parece no durar, y esa luminosidad natural que antes aparecía casi sin esfuerzo se vuelve más esquiva. No es una sensación subjetiva, ni un son cosas de la edad: es pura biología. Los estrógenos descienden, el colágeno se reduce, la elasticidad baja… y la piel empieza a pedir algo más que una hidratante básica. Es el momento de reorganizar la rutina y apostar por fórmulas que trabajen de verdad sobre densidad, firmeza y confort.
Porque si hay algo que esta etapa enseña a la mayoría de mujeres es que la piel madura no necesita más pasos, sino mejores activos. Ingredientes que estimulen su metabolismo, que le devuelvan viveza, que la calmen cuando está más reactiva y que refuercen

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