En términos futboleros (y en tantos otros) la ciudad de Buenos Aires es completamente anómala. Me refiero a la gran cantidad de equipos y de estadios, muchos muy grandes. Obviamente Boca y River. Pero también Vélez, Huracán, Argentinos Juniors, y hasta clubes del ascenso con buenas canchas como Ferro o Atlanta. Todos con hinchadas entre medias y absolutamente multitudinarias. Esa gran cantidad de equipos hace que cuando se juegue Boca-River, el clásico de los clásicos, no se paralice totalmente la ciudad: a los hinchas de los otros equipos porteños el partido les resulta probablemente indiferente y siguen su vida como si nada. También es curioso que, en el conurbano Sur, en cada estación de tren haya uno o más clubes con estadios muy cercanos uno del otro. La mayor bizarrería ocurre en Ave

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