Cuando se habla de cocido en España todo el mundo piensa en Madrid , en sus tres vuelcos y en los restaurantes de mantel blanco de la capital. Pero a apenas unas horas al norte, entre el Ebro y el Pirineo, se prepara un cocido igual de contundente y con una personalidad propia: el cocido aragonés , un plato de invierno que en muchas casas se considera religión.
Su filosofía es la misma que la de tantos guisos tradicionales: aprovechar todo . Garbanzos , carnes de cerdo y ternera, verduras de huerta y embutidos locales como la morcilla de arroz o el espinazo salado. Ingredientes humildes que, con fuego lento y paciencia, acaban convirtiéndose en un festín familiar.
El ritual de los “vuelcos”
En Aragón también se sigue el clásico servicio por “vuelcos”, una liturgia que convie

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