Emergente del descontento popular, en términos políticos Javier Milei es hijo directo del hartazgo de la sociedad argentina hacia una manera de gobernar que sólo dejó a su paso promesas incumplidas.

Su ascenso al poder, del cual esta semana se cumplen dos años, implica el fracaso de un proyecto colectivo y el triunfo de un individualismo ramplón que anida en la rudimentaria idea de que si a cada una de las personas le va bien, por propiedad transitiva progresarán todos.

Supo venderse como un outsider de la política en aquellos acalorados debates televisivos de la campaña electoral, pese a que durante cuatro años ocupó un sillón en la Cámara de Diputados de la Nación. No se le conocen mayores proyectos de ley sino apenas su rostro abúlico y alguna que otra intervención airada.

Sus pro

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