En la Argentina judicial hay una paradoja tan vieja como incómoda: un ciudadano puede ganar un juicio después de años de pelear, probar cada extremo, demostrar daños, intereses acumulados, deudas impagas, cuotas alimentarias atrasadas por una década, y aun así terminar cobrando una suma que no guarda relación con lo que reclamó. Peor aún: una suma que no le permite comprar ni remotamente lo que podía adquirir cuando inició su demanda.

El problema no suele ser jurídico. El problema es matemático. O, mejor dicho, psicológico . Porque el derecho se prueba, se reconoce, se declara. Pero cuando llega la instancia de calcular cuánto vale ese derecho después de tantos años, aparece el reflejo defensivo del sistema judicial: suavizar. Achicar. “Hacer razonable”. Traducido al lenguaje llano: te

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