La escena del gato acercándose a un plato de leche es una postal clásica que atravesó generaciones. Sin embargo, esta costumbre, heredada más de la tradición que de la ciencia, no coincide con las necesidades reales de los felinos. Los especialistas explican que la gran mayoría de los gatos adultos desarrolla intolerancia a la lactosa, ya que después del destete dejan de producir lactasa, la enzima necesaria para digerirla adecuadamente.
Cuando un gato adulto consume leche, la lactosa no digerida avanza hacia el intestino grueso y comienza a fermentar, provocando síntomas como diarrea, gases, hinchazón o malestar general. En algunos casos también pueden aparecer vómitos o signos de deshidratación, especialmente si el cuadro se prolonga o si el animal ya padece alguna enfermedad previa.
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