Volar un F-16 no es simplemente pilotear un avión de combate: es ingresar a un mundo donde la tecnología, la fuerza bruta y la precisión absoluta conviven en un equilibrio tan delicado como deslumbrante. Desde adentro de la cabina, el piloto no solo controla una aeronave; se fusiona con ella. Y este sábado, miles de argentinos pudieron sentir una pequeña parte de esa energía cuando seis F-16 surcaron el cielo porteño en un histórico vuelo inaugural que marcó la presentación oficial de los cazas adquiridos a Dinamarca.
Visto desde la cabina, el F-16 es una extensión del piloto. Visto desde el suelo, es un símbolo de poder aéreo y excelencia técnica. Hace dos días, Buenos Aires fue el punto donde esos dos mundos se encontraron: arriba, la tecnología; abajo, la emoción colectiva de mile

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