Cuando Hugo Chávez llegó al poder en 1999 tejió alianzas estratégicas con China y Rusia para impulsar su visión de un mundo multipolar y contrarrestar la influencia de Estados Unidos.

Esas relaciones resultaron clave en 2019, cuando el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, enfrentó una grave crisis de legitimidad tras unas elecciones marcadas por acusaciones de fraude: ambas potencias rechazaron entonces el reconocimiento internacional del líder opositor Juan Guaidó, quien se había declarado presidente interino.

Pekín y Moscú le dieron incluso apoyo económico y militar a Maduro.

Seis años después, Maduro atraviesa una nueva crisis —la más grave en sus más de 12 años de gobierno— pero ni China ni Rusia han mostrado disposición a apoyarlo más allá de llamados generales a la calma y a la no i

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