Quien nos escucha es como el artesano que va tejiendo una hamaca: da cada puntada con precisión; teje teniendo al frente a quien desenreda la madeja, quien desenmaraña cada hilo, da vueltas a las hebras, adelanta, retrocede y, cuando todo parece estar desenredado, vuelve y se enreda. Pero ahí está el tejedor, que no lo apresura: suelta las agujas y espera.
La madeja que algunas veces llevamos dentro solo se desata cuando las palabras brotan, cuando saltan las talanqueras, cuando se rebelan y sueltan las cadenas. El tejedor las toma y, como si fueran hilos, las va jalando con paciencia: les abre paso entre las hebras y, aunque vuelvan a formarse nudos, no se afana para que los suelten.
Luego, cada hilo lo convierte en arte. Quien nos escucha nos rescata: tiende una hamaca a nuestra mente

El País Vallenato

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