Entre 1939 y finales de los años cincuenta, España afrontó un periodo marcado por la escasez y la precariedad alimentaria. Productos cotidianos como el huevo, la carne, la leche o incluso la harina se convirtieron en bienes difíciles de obtener, lo que obligó a improvisar soluciones para poder mantener una alimentación mínima. En ese contexto, muchas recetas tradicionales se transformaron y surgieron alternativas elaboradas con los ingredientes disponibles.
Durante la Navidad también se buscaban opciones que permitieran conservar cierta sensación festiva. Entre ellas destacó un dulce que prácticamente ha desaparecido: los polvorones de bellot a, una versión adaptada del polvorón tradicional, imposible de preparar entonces por la falta de azúcar, harina o manteca.
El libro Pan Negro, de la colección Hacer Memoria, recoge así la receta de la época:
«Se cuecen las bellotas. Una vez cocidas y blandas, se espachurran y se aplastan con el machote. Se amasa con aceite y azúcar o miel para que estén algo dulces. Se obtiene una masa, se le da forma de polvorón.»
La preparación no requería horno ni moldes, solo disponer de un endulzante y del deseo de conservar un pequeño gesto navideño en tiempos de pobreza. En aquellos años, la bellota se empleaba sobre todo para elaborar una harina oscura que sustituía a la de trigo o cebada, casi inaccesibles debido a la escasez y los precios.
El polvorón tradicional, que se popularizó siglos atrás, tiene su origen en el siglo XVI en Estepa (Sevilla), donde la abundancia de manteca y harina facilitó su elaboración artesanal. No se vinculó a la Navidad hasta más tarde, y su expansión definitiva llegó en el siglo XIX gracias a Micaela Ruiz Téllez , conocida como La Colchona , quien introdujo el tostado de la harina para mejorar su consistencia y su conservación.
A mediados del siglo XX, el dulce ya formaba parte de las mesas navideñas de muchas familias, aunque no de todas, debido a la autarquía y la falta de recursos que impedían comprarlos. Con el tiempo, el polvorón se consolidó como un símbolo festivo y hoy puede encontrarse en múltiples variedades, desde el clásico de almendra y canela hasta versiones con chocolate, coco, limón, espelta o aceite de oliva.

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