Extremoduro en su gira realizada en el año 2014. Ruben Ortega/Wikimedia Commons, CC BY-SA

Si te vas… me quedo en esta calle sin salida”.

Ese verso, de una de las canciones míticas de Robe Iniesta, resuena hoy como un sentimiento compartido entre los miles de seguidores que despiden al artista tras conocerse la noticia de su adiós definitivo. La muerte inesperada de Robe Iniesta (1962–2025), ocurrida en la madrugada del 10 de diciembre a los 63 años, ha sacudido al país: las redes se han llenado de homenajes sinceros, a los que se han sumado artistas y figuras públicas de todos los ámbitos.

¿Quién fue Robe Iniesta?

Quienes lo hemos seguido durante décadas sabemos que no solo nos unió su música, sino la certeza de que sus versos arropaban y daban forma a emociones difíciles de nombrar. Robe no fue únicamente un referente de la música en español; fue, para muchos, quien reinventó la sensibilidad del rock nacional, marcó una forma de mirar a la vida y creó una obra capaz de atravesar generaciones enteras.

En los últimos y escasos conciertos del cantante se podía ver ese legado evidente: públicos de todas las edades compartiendo letras míticas; rockeros abriéndose a baladas; amantes del pop descubriendo la fuerza de sonoridades más crudas; padres que crecieron con Extremoduro acompañados por hijos que heredaron esa devoción; y jóvenes recién llegados que encontraban en su directo una calidad musical y una sensibilidad que parecía venir de otra época y, al mismo tiempo, adelantarse a todas.

‘Si te vas’, de Extremoduro.

El rock transgresivo

Roberto Iniesta Ojeda nació en Plasencia en mayo de 1962 y su interés por la música y la escritura le llevaron a formar con apenas 20 años Dosis Letal, el grupo precursor a su proyecto más conocido: Extremoduro. Esta nueva banda nació en 1987 como un proyecto local y autogestionado, que grabó su primer disco con una especie de crowfounding antes siquiera de que existiera este término. El resultado, Rock transgresivo (1989), dio nombre a un estilo propio que marcaría el resto de sus discos posteriores, 11 en total.

Extremoduro pasó del underground a la primera línea del rock español, especialmente tras Agila (1996), el álbum que introdujo arreglos más complejos –como en el tema “So Payaso”– y consolidó a Robe como un letrista único, capaz de unir metáfora, humor negro y una profundidad emocional rara en el género.

Durante su etapa de madurez, Robe desarrolló una poética más introspectiva y elaborada. Yo, minoría absoluta (2002) consolidó el prestigio de la banda con himnos como “La vereda de la puerta de atrás” o “Standby”, mientras que el conceptual La ley innata (2008) los catapultó a una consagración definitiva.

Este último álbum, considerado una de las propuestas más ambiciosas del rock español, quebró los esquemas de la industria con una estructura continua en seis movimientos, enmarcados por una introducción y una coda, como si de una sinfonía clásica se tratara. Sus canciones, que duplican o incluso triplican la duración de un tema convencional, incluyen auténticas joyas como “Dulce introducción al caos”, cuyos acordes iniciales son ya parte de la historia de la música en España.

En esos años, Extremoduro movilizó a auténticas multitudes. En 2008, reunió a más de 400 000 personas en 48 conciertos por toda España. El tour terminó con dos noches consecutivas en el entonces Palacio de los Deportes (hoy Movistar Arena) de Madrid, con 14 000 asistentes en cada fecha, en una época en la que esas cifras eran mucho menos comunes que hoy en día.

Su siguiente gira multitudinaria llegó en 2014, con un directo de más de tres horas y una calidad inmejorable. Yo, personalmente, nunca olvidaré aquel concierto de la Plaza de Toros de Las Ventas el 13 de septiembre. En aquellos espectáculos, el público se organizaba en zonas delimitadas para “marchosos” y “tranquis”, aunque Robe insistía siempre en que cada cual “se colocara” donde quisiera… en todos los sentidos.

Con el tiempo, la energía del directo fue apagándose, pero no sucedió lo mismo con su vínculo con el público ni con la vigencia de obra. Hoy, Extremoduro mantiene cerca de dos millones de oyentes mensuales en Spotify, pese a no haber publicado un álbum en más de doce años.

En definitiva, a lo largo de sus 105 canciones originales, la banda construyó himnos del rock español y un catálogo que desafió los estándares de la música. Su libertad creativa se convirtió en su sello inconfundible: extremo y duro. El nombre del grupo siempre ha llevado consigo esa doble lectura, cargada de intención, que los fans acogimos desde el principio.

Una leyenda sin límites, un legado infinito

A partir de 2015, Robe inició su carrera en solitario en una versión más depurada del creador, con un mayor componente literario y conceptual. Mayéutica, de nuevo con una estructura de sinfonía, es uno de los trabajos más brillantes del cantante en su última etapa. Un álbum con mucha música y sonidos nuevos que, a su vez, recordaban a los de siempre.

La historia de Robe Iniesta no es solo la de un músico, sino la de un creador que convirtió la marginalidad en poesía, la rebeldía en filosofía cotidiana y el rock español en un refugio emocional compartido. Muchas de sus frases han trascendido la música para acabar estampadas en libretas, camisetas, paredes, cuadernos de instituto y, sobre todo, en la piel de miles de personas. Algunas como “sueña que sueña con ella; si en el infierno le espera, quiero fundirme en tu fuego como si fuese de cera”, “Bebe rubia la cerveza pa’acordarse de su pelo” o “¿Dónde están los besos que te debo? En una cajita… que nunca llevo el corazón encima, por si me lo quitan” no se nos olvidan por mucho tiempo que pase.

Hoy nuestros corazones están encogidos, como en esa cajita de la que él hablaba en “A fuego”, sabiendo que no habrá nuevas canciones de Robe, pero agradecidos también por el legado infinito que nos deja y que, ahora más que nunca, seguirá sonando en nosotros.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.

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Beatriz Amorós Sánchez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.