Zohran Mamdani, un completo desconocido 10 meses antes de las elecciones a la alcaldía de Nueva York, se convirtió en su ganador. Y lo hizo contra pronóstico, sin dinero y sin los poderes a favor.
Mucho se ha escrito sobre las claves de su éxito: un mensaje claro centrado en necesidades básicas –congelación de los alquileres, autobuses gratuitos, cuidado infantil universal…–, un ejército de 100 000 voluntarios coordinados para hacer llegar este mensaje, puerta a puerta, a tres millones de hogares, y una brillante estrategia de redes sociales.
Pero no fue solo gracias a esto. Detrás hubo una estrategia política que tomó como base la autenticidad del hoy alcalde para construir un determinado relato político.
Joven, inmigrante, musulmán y un socialista demócrata
La campaña de Mamdani se fundamentó en una apuesta clara por la autenticidad centrada en sus rasgos más íntimos y personales: es un joven inmigrante musulmán (nacido en Uganda) y se considera un socialista demócrata, un término tradicionalmente tabú en la escena política estadounidense.
En lugar de distanciarse de todas estas etiquetas, las abrazó para construir una personalidad auténtica y crear un relato creíble sin huir de lo que es, construyendo así confianza.
En política a menudo se habla de autenticidad como una característica personal: alguien es natural, espontáneo, genuino. Pero la autenticidad no es solo una actitud casual, sino una decisión estratégica que convierte una forma de ser en una arquitectura comunicativa que se trabaja, construye y cuida.
En su caso, la aprovechó para convertirse en una especie de creador de contenido de redes sociales que, en lugar de dar mensajes institucionales, usó el estilo que caracteriza a esas plataformas aplicado a su campaña.
Vídeos cortos, un lenguaje claro y directo (en diferentes idiomas), visitas a colmados, conversaciones con taxistas, entrevistas o colaboraciones con influencers… Usó la cotidianidad, las historias de la gente de la calle y los escenarios del día a día de muchas personas como escenario y recurso narrativo.
De esta forma, consiguió conectar emocionalmente con las diferentes comunidades de neoyorquinos, haciendo que muchos de ellos se vieran representados a sí mismos en la campaña y percibieran a Mamdani como “uno de los nuestros”.
O, como dijo Immanuel Kant, consiguiendo crear “el sentimiento universal de sentirse parte de algo”, de ser parte de algo.
Storytelling: la construcción de relato en política
Pero en política no hay nada casual. Y, aunque haya un punto de partida real (personalidad y autenticidad del candidato), hay otra parte de construcción narrativa.
La narración de historias es una herramienta que se ha utilizado en la publicidad para transmitir mensajes y valores, en la educación para enseñar a través de las moralejas y en política para generar imágenes que consolidan conceptos y provocan emociones.
Como bien apunta el profesor de comunicación política Toni Aira en su libro Mitólogos, la pasión de las historias permite generar una fuerte conexión con el público. De ahí que la imagen que proyectan los políticos esté cuidadosamente diseñada con intención de emocionar, evocar recuerdos, activar ideas profundas y generar adhesión.
Actualmente, en muchos casos, mirar ha sustituido a pensar, porque es más eficaz un símbolo fuerte que un argumento largo. De este modo, lo que cuenta ya no es lo que un político dice, sino la imagen que proyecta, su “mito personal” ante la masa.
El objetivo es que la ciudadanía conecte con el político de manera pasional, que este le explique algo que le interese, que le divierta, que le sorprenda, que le entienda, que le guste, pero sobre todo, que le implique personalmente. Y las historias son un vehículo perfecto para ello.
Christian Salmon, escritor y autor de libros sobre la materia como Storytelling: La máquina de fabricar historias y formatear las mentes, afirma que esta técnica narrativa es un arma de distracción masiva, una manera de utilizar la narración para convencer y movilizar a la opinión.
Para Salmon, las campañas electorales son duelos de historias en las que intervienen 4 elementos, que podemos identificar claramente en la campaña de Mamdani:
-Storyline (relato central): explicar una historia capaz de formar la identidad narrativa del candidato. En este caso, joven outsider con raíces comunitarias y compromiso con políticas de accesibilidad que representa el cambio y una alternativa al establishment.
-Framing (marco discursivo): enmarcar el mensaje ideológico del candidato mediante un registro de lenguaje coherente y creando metáforas. El mensaje de Mamdani se enmarcó en las necesidades básicas de la gente (no se puede vivir en Nueva York), no en retórica económica abstracta, y usó metáforas como “poder popular” para dar un sentido simbólico a la participación colectiva.
-Timing (temporización): inscribir la historia en el tiempo de la campaña, gestionando los ritmos y tensión narrativa a lo largo de la misma. Mamdani construyó impulso a medida que avanzaba la campaña, pasando de ser el “candidato outsider” a ser “el candidato que puede ganar”. Además, una vez ganó, activó su web de transición The Work Starts Now, para que la historia de campaña quedara conectada con la futura historia de gobierno (relato continuo).
-Networking (creación de redes): crear una comunidad en internet y sobre el terreno. Propiciar un entorno contagioso capaz de captar la atención del público. Él lo hizo con un ejército de 100 000 voluntarios entusiastas encargados de generar energía y contagio para movilizar el voto y crear conversación.
La campaña funcionó, en palabras de la periodista política Makena Kelly, como una especie de “fandom político” –una comunidad de aficionados apasionados que comparten un interés profundo por un tema específico– donde Mamdani no solo era un candidato, sino un personaje con seguidores que creaban memes y contenido proactivo. Esto convirtió la campaña en un movimiento cultural participativo, no solo electoral.
Las narrativas no son ni buenas ni malas, pero existen
El uso del storytelling, la narración personal y comunitaria, la utilización de redes y la movilización cultural se aleja mucho del modelo tradicional de carteles, mítines y discursos formales y lleva las campañas políticas a un terreno en el que la imagen, la narrativa y la proximidad emocional cuentan igual (o más) que el discurso ideológico puro y duro.
Por otro lado, Christian Salmon apunta que vivimos un clima político y social donde las narrativas se convierten en herramientas poderosas para crear polarización y dividir a la sociedad en grupos enfrentados. Narrativas que refuerzan los conflictos en lugar de promover el diálogo, como las que representa el trumpismo.
Por lo tanto, es importante ser conscientes de que la seducción y la persuasión no son ni buenas ni malas por sí mismas; todo depende de cómo se usen. Pueden servir tanto para influir de manera positiva como para manipular.
Comprender cómo las narrativas influyen en nuestra visión del mundo es esencial para poder desenmascarar la manipulación y, al mismo tiempo, aprovechar esas mismas herramientas para comunicarnos de forma efectiva y persuasiva.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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Jordi Caballé May no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.


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