Esto marchaba muy bien hasta el Clásico ganado al Barça, pero la rabieta desproporcionada de Vinicius y la falta de una respuesta por parte del club debilitaron la autoridad del entrenador
Un estadio es un espacio de confianza. El tipo de al lado puede ser un idiota o un sinvergüenza, pero un gol nuestro lo blanquea. Somos del mismo equipo, venga ese abrazo. En la calle volvemos a desconocernos, pero si le veo en peligro quizás le eche una mano porque nos une algo profundo. Algo que sirve a la felicidad o a la infelicidad y que crea un vínculo. Amigos de una misma emoción.
Esa confianza nace de una complicidad infantil, pero cierta. Todo por un escudo, un corazón de tela en donde habita la identidad; por un ídolo, que es el brujo carismático de la tribu del que esperamos la magia redento

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