El avance acelerado de la inteligencia artificial plantea preguntas éticas que antes pertenecían solo a la ciencia ficción. Ahora son discusiones prácticas: cómo se toman decisiones automatizadas, quién es responsable del sesión de un algoritmo y cómo se protege la privacidad de las personas.
Uno de los puntos más debatidos es el sesgo algorítmico. Los sistemas de IA aprenden a partir de datos reales, y esos datos contienen patrones sociales, incluyendo desigualdades. Cuando no se corrigen, los modelos pueden replicar o incluso amplificar esos sesgos. La ética exige transparencia en los datos utilizados y en las decisiones derivadas.
La privacidad es otro pilar. La IA depende de grandes volúmenes de información, lo que implica riesgos de vigilancia excesiva. Establecer límites claros sob

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