Antes de encender la estufa, Mayra respira. Entra a su cocina con los hombros sueltos, los pies firmes sobre el suelo, el cabello medio recogido y adornado con una flor. Antes de tocar una olla o partir la nuez, pide permiso a su cocina. Siempre lo hace. A veces en voz alta, otras con un pensamiento. Como si la cocina fuera un templo que no se pisa sin humildad : un espacio que exige respeto, intuición y alma.

Ahí, entre paredes tibias que huelen a guisos, habita su forma más verdadera. En ese rincón con cazos y cucharas, Mayra reafirma lo que es: una mujer de 36 años que cocina con el pulso de su historia y la calma de quien sabe que el sabor nace del alma. Ella es Mayra Nohelia Arenas Chávez.

Tres voces sostienen su memoria. De su abuela Rosalinda Hernández atesora los frijoles negro

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