Cuando me subí al avión sentí lo mismo que cuando entré a la patera y le dije adiós a mi madre, porque estaba dejando a mi familia atrás». Ebrima –nombre ficticio para salvaguardar su identidad– es un joven de 17 años que ha sido derivado a la península después de haber llegado a Canarias.

Su historia, sin embargo, no es solo personal. Él es uno de los miles de chicos y chicas que han llegado solos a las islas en busca de un futuro mejor, si bien, se encontraron con un sistema colapsado en el que se hace difícil poder darles una atención digna.

No obstante, como denuncian algunas asociaciones que prestan ayuda a estos niños y niñas, la realidad es que algunos de ellos han encontrado su lugar en las islas y se han visto desplazados a otros centros lejos del archipiélago.

Es el caso de Eb

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