El avance de la inteligencia artificial en el ámbito educativo ha abierto las aulas a un nivel de exposición sin precedentes, generando tantas oportunidades como inquietudes. Cada vez más familias se preguntan cómo se está formando sus hijos, de dónde proceden los contenidos que consumen y hasta qué punto se garantiza su seguridad durante el proceso de aprendizaje. Esta apertura tecnológica plantea un debate necesario sobre los límites y el sentido de la innovación educativa y cómo asegurar que la transformación digital mantenga el foco en lo realmente importante: preservar el propósito pedagógico.

Actualmente, el sector vive una paradoja. Mientras que la infraestructura digital y los servicios avanzan con solidez –desde la analítica hasta la automatización–, dentro del aula aún se conser

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