Las ideas económicas de Javier Milei son rudimentarias. El presidente estudió en una universidad académicamente marginal y recibió un doctorado honoris causa de un grupo de conmilitones por el que, bordeando la usurpación de títulos y honores, se hace llamar “doctor”. Su saber se limita a unas pocas identidades contables sobre la cantidad de dinero y el equilibrio presupuestario, es decir a la suma de un monetarismo y un fiscalismo primitivos que no se practican en ningún lugar del planeta. Nunca comprendió la dinámica económica, las relaciones causa efecto entre las políticas y sus resultados. Su profundidad matemática y su jerga son las de un estudiante de microeconomía básica, algo así como de segundo año de la licenciatura. Y su capacidad de construir políticamente, un requisito indis
El cisne negro de la corrupción y el fin de la legitimidad

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