María Cafferata

La primera reacción fue la euforia. Los audios de Diego Spagnuolo cayeron sobre el peronismo como una lluvia milagrosa: enfrentados y erráticos, la dirigencia de Fuerza Patria encontró su eje de campaña en la recta final de la elección bonaerense. “Nos dejaron el arco vacío, es solo cuestión de pegarle a la pelota”, graficaba, exultante, un dirigente del riñón de Axel Kicillof, quien se juega todo su capital político en la elección del 7 de septiembre.

Pero el entusiasmo duró poco. A los pocos días apareció el video de Máximo Kirchner cuestionando a Kicillof por discriminar a Quilmes, que conduce la camporista Mayra Mendoza, en el reparto de los fondos. El acto era de hace una semana, pero implosionaba justo en el momento de mayor vulnerabilidad del gobierno de Javier Mil

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