Desde niño, junto a mi padre, seguíamos desde la calidez de la cama familiar y las 525 líneas de nuestra Goldstar de 25 pulgadas las emociones, los piques y las curvas de la Fórmula 1 . Este fin de semana asistimos al penúltimo Gran Premio de Zandvoort, o de Países Bajos , un espectáculo que no solo brilló por la adrenalina y la emoción que regaló a los espectadores —para mí, uno de los más vibrantes de la temporada—, sino también por la lección de civilidad y conciencia ambiental que entregó una ciudad capaz de celebrar y al mismo tiempo reconocer que su entorno natural —humedales, dunas y playas— y su valor ambiental son, y deben seguir siendo, lo más importante.

La salida del circuito de Zandvoort del calendario no fue una decisión polémica, como podría pensarse en otros lu

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