Por Juan Pablo Catalán, académico de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales UNAB.
En Chile, la ausencia persistente de niñas, niños y jóvenes en las aulas es una herida abierta desde la pandemia. No es solo un dato: es una historia de aprendizaje interrumpida, un vínculo roto, una oportunidad que se desvanece. En 2023, un tercio del alumnado presentó inasistencia grave —más del 15 % de días perdidos— y más de 50 mil estudiantes se desvincularon del sistema escolar (Mineduc, 2024). La Agencia de la Calidad (2024) advierte que estas ausencias impactan de forma acumulativa en los aprendizajes y profundizan las desigualdades.
La OCDE (2024) señala que el ausentismo crónico es uno de los factores más determinantes en la brecha de resultados. La UNESCO (2023) y la OEI (2024) coinciden: a