Cansados ya de ver tantos políticos vernáculos en la pantalla, la mayoría de los ciudadanos se encuentran sumidos en un letargo de apatía y descreimiento. Esta apatía electoral refleja una desconexión profunda: no se trata ya solo de electores que se quieren quedar en casa, sino de un desencanto que apaga la esperanza de cambio.

Frente a las constantes situaciones que reinan en la pantalla grande y en las redes sociales, sumado a las promesas recurrentes y gestiones que se suceden sin resolver, como lo son la inflación y seguramente la mejora de los salarios, muchos se preguntan: ¿para qué ir a votar si nada cambia y es siempre lo mismo?

El encendido de la televisión y la disminución del “share” radial se traducen en una saturación mediática, adornada con las redes colapsadas, que sol

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