Lo que en 1994 parecía una cuestión de comodidad se transformó en un asunto de seguridad: los entrenadores de aquella edición del Mundial de Futbol advirtieron que el calor era un factor desventajoso. Carlos Alberto Parreira, técnico de Brasil , dijo entonces que “para dar el 100% de esfuerzo en este clima , tendrías que ser un robot”. El delantero alemán Jürgen Klinsmann reconoció que el calor hizo “realmente difícil encontrar ritmo”, el portero boliviano Carlos Trucco sentenció que las condiciones estaban diseñadas “para matar jugadores”, y el médico de la selección de Bulgaria calculó que sus futbolistas necesitarían entre 10 y 14 días para aclimatarse. Ese debate, que parecía puntual, hoy se lee como una advertencia.

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