En el vallenato late un corazón que sigue sangrando. Las “Torres de Nando Marín” que llevan el nombre de Hernando Marín Lacouture – aquel juglar que convirtió su opinión en versos y la esperanza en acordes – hoy resuenan con ecos de metralla en lugar de acordeones, distando del pensamiento de un hombre que hizo de adversidad una historia musical. ¿Cómo llegamos a este desgarro cultural donde el homenaje se convierte en afrenta?
“Yo quiero cambiar la guerra por paz y amor”, imploraba Hernando en su icónico Canta Conmigo, un himno a la reconciliación donde la guitarra se hace puente entre los desgarrados. Esta obra no es simple entretenimiento. Es pedagogía de paz con ritmo de paseo. Marín demostraba que el arte verdadero no huye de la realidad: la transforma con belleza.
Hoy, 26 años desd