Cuando un sujeto como el presidente de Argentina, está habitado de un modo absoluto por certezas, se puede tener la falsa impresión de que se trata de alguien muy decidido, con un carácter resolutivo e impetuoso.

Sin embargo una certeza es fecunda cuando es imprevisible y necesaria a la vez, lo que evidentemente constituye una paradoja.

Es esa paradoja, la que sitúa al sujeto en una posición transformadora y dialéctica con la realidad.

Solo tiene una relación dialéctica quien sabe distinguir lo que de un modo singular está en juego en cada coyuntura.

En cambio las certezas permanentes, constituidas en una cadena de razonamientos aparentes, bloquean la relación dialéctica con los hechos.

No existe ninguna posibilidad de que el sujeto presidente pueda modificar su perspectiva y cambiar

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