Una escuela destartalada con techo de hojalata se levanta en medio de los campos de coca —ingrediente base de la cocaína— en el pequeño pueblo de San Juan de Micay, en el suroeste de Colombia.

Se accede por un camino sin pavimentar que serpentea entre peligrosos pasos de montaña. El pueblo se ubica en el Cañón del Micay, un centro del narcotráfico y escenario de frecuentes combates entre el Ejército y el Estado Mayor Central (EMC), una facción de rebeldes de izquierda que rechazó el acuerdo de paz de 2016.

“Aquí hay abandono estatal. Aquí el gobierno nunca nos trae nada”, dijo la líder comunitaria Fernanda Rivera, sentada en uno de los pupitres de la escuela.

El pueblo carece de agua potable, tratamiento de aguas residuales y carreteras asfaltadas, señaló Rivera, y la electricidad es in

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