No es un nuevo producto milagroso ni una técnica de maquillaje compleja. El secreto del estilo radiante de las francesas es mucho más simple y eficaz de lo que parece: se trata de aplicar el rubor de forma estratégica.
Este gesto, conocido en Francia como bonne mine (literalmente, “buena cara”), se convirtió en un paso infaltable en la rutina de belleza parisina. Consiste en colocar rubor rosado o durazno en el centro de las mejillas y difuminarlo suavemente hacia las sienes. El resultado: un efecto lifting inmediato , que aporta color, frescura y una vitalidad natural al rostro.
A diferencia de otros estilos de maquillaje más recargados o cubritivos, el ideal de belleza francés se apoya en la naturalidad. Las parisinas no buscan esconder imperfecciones, sino resaltar lo m