A principios de este verano fui al Centro Cutler para Hombres y, en cuanto salí del ascensor, fui recibida por una sonriente mujer de cabello corto y canoso que lucía un top deportivo y estaba parada delante de un cartel que decía: “Bienvenidos, chicos”. Después del registro, había mesas de billar y de futbolito y dos pantallas gigantescas que mostraban repeticiones de las finales de la NBA entre los Thunder y los Pacers. Una pequeña cafetería, decorada con portadas de discos antiguos y una consola clásica de videojuegos de arcade, ofrecía agua saborizada y café. En el otro extremo, en lo que los miembros del personal definen como un rincón zen, con una pared de musgo vivo, se mostraban escenas de la naturaleza en una pantalla mientras sonaba una música suave y relajante. Toda la sala de e
¿Qué hace falta para que los hombres vayan al médico?

44