Bastó verlo apoyado en el pedestal de un micrófono, tal vez exhausto por el larguísimo viaje hasta el Japón —o por cualquier otro accidente de los que suelen presentarse durante sus ausencias del país—, y advertir luego sus tropiezos con algo que él ha llamado “matemáticas cuánticas”, que nadie sabe qué son, pero que le llevaron a mencionar cifras que han causado hilaridad generalizada. Entonces uno se pregunta: ¿estará el presidente en el uso pleno de sus capacidades intelectuales?

Preocupa, cuando lo domina el frenesí de los trinos, que no se encuentre cerca un ‘adulto responsable’ que le sirva de consejero y lo proteja de acciones impulsivas. Si lo tuviera, la lógica, la gramática y hasta la ortografía de sus mensajes tenderían a mejorar. Y como carece de ministros con algún grado de c

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