Cuando Morena pierda el poder, sus adversarios tendrán el excesivo margen de maniobra que estos años los obradoristas se han ido otorgando a sí mismos

El nuevo régimen conjuga el ejercicio del poder desde la asunción de que lo central no es la sociedad —o pueblo, como le llaman—, sino el aparato gubernamental. Este sabe qué le conviene a aquella. Y si esta discrepa, mala tarde, pues manda el Supremo Gobierno.

La más reciente de las medidas para galvanizar lo inapelable de la autoridad gubernamental es la iniciativa de ley de amparo que, en pocas palabras, dará al poder un instrumento para legitimar sus decisiones: los tribunales harán legal la indefensión de los ciudadanos.

Qué revelador que el movimiento que justificó (es un decir) la reforma judicial criticando “sabadazos” de jueces

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