El debate se centra en si la inteligencia artificial, aplicada a la política en un sistema democrático, responde realmente a un análisis de nuestros deseos mayoritarios o lo que hace es reflejar aquellos que previamente nos han sido inducidos. En cualquier caso, cabe pensar que estas actuaciones están sujetas al principio de igualdad de oportunidades, pero la ética democrática debe introducir algunos límites. Estas cuestiones se observan en el comportamiento actual de las ideologías para tratar de imponer sus ofertas. Todas se quejan de las elevadas dosis de populismo que utilizan sus adversarios, pero no hacen crítica de las que ellos mismos emplean. La situación ideal sería permitir la existencia de un arbitraje general, una gobernanza que esté por encima de todo, que nadie se atreviera

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