En una reciente y tranquila mañana, Regina Llanes Granillo colocó sus manos sobre el cuerpo de una nueva madre.

Ella y otra partera comenzaron una sobada, un masaje abdominal maya para ayudar a que los intestinos se acomodaran en su lugar. Con aceite tibio de lavanda y melisa, trazó círculos lentos sobre el estómago, la escalera intestinal y los ovarios.

Sus manos se detuvieron en el ombligo, presionando suavemente, buscando lo que ella llamaba un “latido del corazón”, un pulso psíquico que, según ella, revelaría si la energía del cuerpo era demasiado alta o demasiado baja.

El ritual fue un homenaje no sólo al niño nacido meses antes, sino a la transformación de su amiga, Kay Nicte Cisneros García, en una nueva madre: un nacimiento dentro de un nacimiento.

Luego, ató a la Sra. Cisneros

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