El martes 17 de septiembre, la calma habitual de North Codorus Township, una apacible localidad de Pensilvania desconocida para muchos fuera del estado, se quebró de manera irreversible. Un violento tiroteo dejó como saldo tres agentes de policía muertos, otros dos heridos y el atacante abatido. Desde entonces, la opinión pública en Estados Unidos intenta asimilar la magnitud de la tragedia que puso a este pequeño rincón en el centro de la atención nacional.
Este fue uno de los ataques más mortales contra las fuerzas del orden en la historia reciente del estado. La magnitud de la violencia no solo sacudió a la comunidad local, sino que también levantó una bandera roja sobre problemas más profundos como la violencia doméstica y el acceso a armas de asalto. Y en el centro de todo, un nombr