La vida de Nour –nombre ficticio para preservar su identidad– no ha sido fácil, no es la que se espera o la que se presupone que debería ser para una joven de su edad. Hace cinco años, cuando tenía 12, dejó atrás su tierra natal, el Sáhara Occidental, y llegó a Canarias después de sobrevivir a una travesía de seis días en el mar en una patera en la que no había ni agua ni comida . Tras superar la ruta canaria de la migración, que cada año desde que se abriera, hace 30 años, deja miles de muertes y sueños en el mar, tomó tierra firme con el deseo de conseguir todo lo que algún día anheló. Sin embargo, no siempre las cosas suceden como se espera, por lo que se dio de bruces con una realidad desagradable, injusta, y que nadie quiere vivir.

Como cada menor migrante que llega al archipiélago

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