Mi hermana fue entonces la mujer que vivió muchas vidas: la poeta furtiva que se desmayaba en el periódico y bailaba en las fiestas conmigo; la monja de clausura que entregó su libertad para adorar a Dios; y finalmente la poeta de culto y corredora de olas que se casó, fundó una familia y volvió a escribir poesía, ahora cerca del mar. Tuvo por lo menos tres vidas extraordinarias y dejó escritos dos poemarios.
Monja y poeta: un relato de Jaime Bayly

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