Horas antes de lanzar su ofensiva terrestre sobre Ciudad de Gaza , Benjamín Netanyahu preparó a su país para un futuro de creciente aislamiento económico, instando a la ciudadanía israelí a convertirse en la “super-Esparta” de Oriente Medio.

El primer ministro dibujó un futuro para Israel con una sociedad militarizada y una autarquía parcial, un escenario de autosuficiencia económica con opciones comerciales limitadas y dependencia creciente de la producción nacional, algo que ha generado rechazo entre los israelíes, cada vez más inquietos ante la posibilidad de seguir descendiendo por un camino que parece llevar a Israel al grupo de las naciones parias por el genocidio que está perpetrando .

El martes, Israel dio un paso más en esa dirección. Mientras sus tanques avanzaban lentamente por las calles hacia el centro de Ciudad de Gaza, una Comisión Independiente de Investigación de la ONU publicaba un informe detallado concluyendo que Israel está cometiendo un genocidio en Gaza .

Al día siguiente, la Comisión Europea propuso  imponer aranceles sobre productos israelíes que suman 227 millones de euros y la suspensión del apoyo bilateral de la UE a Israel de unos 20 millones (medidas coercitivas que necesitan ser aprobadas por una mayoría cualificada de países en el Consejo). Mientras, crece la lista de países que se comprometen a reconocer el Estado de Palestina y el número de naciones que amenazan con boicotear el festival de Eurovisión si se mantiene la participación de Israel.

En las noticias y en las redes sociales aparecen a diario historias sobre israelíes de vacaciones en el extranjero que terminan envueltos en peleas o agredidos por lugareños hostiles. Para muchos israelíes que crecieron considerándose una avanzada de Occidente en Oriente Medio, todo esto es profundamente preocupante.

Inmediatamente después del discurso de Netanyahu en el que dijo que Israel sería una ‘super-Esparta’, las acciones sufrieron una caída en la Bolsa de Tel Aviv y el shekel retrocedió frente al dólar. Los intermediarios en las salas de negociación de valores que saben de historia antigua recordaban la lección de los espartanos: lucharon con valentía pero perdieron de forma desastrosa.

“Qué romántico fantasear con los heróicos y ascéticos espartanos, de los que unos pocos cientos lucharon con éxito contra un poderoso ejército persa”, escribió en el periódico de centroderecha Maariv el veterano columnista Ben Caspit. “El problema es que Esparta fue aniquilada”, añadió. “Perdió y desapareció”.

“No quiero ser Esparta”, dijo el martes durante un encuentro sindical Arnon Bar-David, presidente de Histadrut (la mayor federación de sindicatos de Israel). “Nos merecemos la paz, la sociedad israelí está agotada y nuestra situación en el mundo es muy mala”.

Cuando comenzó la ofensiva terrestre en Ciudad de Gaza , un grupo de 80 destacados economistas israelíes cifró en miles de millones de shekels las pérdidas económicas derivadas del daño autoinfligido. Afirmaron que el intento de conquistar y destruir toda Gaza era “una amenaza para la seguridad y la capacidad de adaptación económica del Estado de Israel, que podría alejarlo del grupo de países desarrollados”.

En su discurso, Netanyahu culpó a los extranjeros del creciente aislamiento de Israel. “Un asedio organizado por unos pocos Estados”, dijo. “Uno es China y el otro es Qatar. Y están organizando un ataque contra Israel, contra su legitimidad, en las redes sociales del mundo occidental y de Estados Unidos”.

La amenaza en Occidente era de otro tipo pero igualmente perniciosa, advirtió Netanyahu. “Europa occidental tiene grandes minorías islamistas, son muy explícitas, muchas de ellas tienen motivaciones políticas, se alinean con Hamás, se alinean con Irán”, dijo el primer ministro. “Presionan a los Gobiernos de Europa occidental, muchos de los cuales están bien dispuestos hacia Israel, pero en los hechos se ven superados por campañas de protestas violentas y de intimidación constante”.

Sus comentarios parecían referirse a Reino Unido, Francia y Bélgica. Los tres países se han mostrado cada vez más críticos con Israel por su actuación en Gaza y está previsto que esta semana reconozcan al Estado palestino en la Asamblea General de la ONU.

La afirmación de Netanyahu de que en Europa occidental los gobiernos están sometidos de alguna manera al islamismo es un reflejo de las teorías conspirativas que en esos países propagan los movimientos de extrema derecha en auge a nivel nacional. Haciendo la vista gorda frente al legado antisemita de la extrema derecha en Europa y EEUU, Netanyahu y sus socios de gobierno han pasado a hacer causa común con estos movimientos. [Esta semana, el ministro de Exteriores israelí mostraba su aprecio al líder de Vox, Santiago Abascal , en su cuenta de X].

Para sus críticos dentro de Israel, la retórica exaltada de Netanyahu cuando habló de Esparta no representa sino su clásico rechazo a asumir la responsabilidad de las acciones de su Gobierno.

En el periódico Yedioth Ahronoth , el comentarista Sever Plocker usó una referencia bíblica al escribir que las políticas de Netanyahu estaban “llevando a Israel directamente a la trágica situación del ‘pueblo que vivirá solo’, aislado del mundo occidental desarrollado, un país al que otras naciones no quieren acercarse, al que no quieren visitar, al que no quieren recibir, y con el que mucho menos quieren comerciar”.

Yair Golan, presidente del partido los Demócratas en el Parlamento, le dio voz a una sospecha muy extendida dentro de Israel: Netanyahu está decidido a mantener al país en guerra para evitar las elecciones anticipadas, seguir siendo primer ministro y, de ese modo, evitar la cárcel. En una vista del martes de su juicio por corrupción , Netanyahu empleó efectivamente la ofensiva terrestre como excusa para no acudir al tribunal.

Según Golan, el mensaje de Netanyahu a sus ciudadanos antes del año nuevo judío es el siguiente: “Necesito una guerra y un aislamiento eternos para mantener mi puesto; y ustedes sacrificarán al país, la economía, el futuro de sus hijos y su relación con el mundo”.

Pese a las muchas críticas que Netanyahu ha recibido durante los últimos dos años por la brutal ofensiva sobre Gaza, su permanencia en el poder ha desafiado todas las expectativas. Le ha ayudado el apoyo de Washington, a regañadientes durante el Gobierno de Joe Biden y de forma más indiscriminada desde el regreso de Donald Trump. La ofensiva terrestre sobre Ciudad de Gaza dio comienzo el martes, tras el visto bueno que el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, le dio en persona a Netanyahu el día anterior , cuando le prometió un apoyo “firme” para eliminar a Hamás.

Mientras tanto, en la pelea política interna ha ganado importancia el electorado ultraortodoxo y religioso, con las antiguas élites seculares y tecnocráticas de Israel perdiendo protagonismo. Los socios de coalición de Netanyahu en la extrema derecha han acogido con satisfacción esta idea de asedio que el primer ministro trata de inculcar, porque hace más difícil llegar a un acuerdo y ceder a la influencia extranjera, dos obstáculos en su camino para crear un 'Gran Israel' edificado sobre las ruinas del territorio palestino.

El periodista y comentarista de derechas Amihai Attali argumentaba el martes que a los israelíes les había llegado la hora de comprender que estaban en una guerra religiosa a muerte, donde algunas dificultades económicas serían un pequeño precio a pagar. “Sí, esto llevará más tiempo del que estamos acostumbrados a luchar; sí, será más agotador y supondrá una gran carga para nuestros recursos nacionales y sociales”, escribió en el periódico Yedioth Ahronoth . “No tenemos más remedio que empuñar nuestras espadas”.

Texto traducido por Francisco de Zárate y actualizado por elDiario.es