La niña tenía 12 años y, hasta antes de ser captada por traficantes, vivía en una de las 38 comunidades indígenas de Madre de Dios , una región de la selva peruana arrasada por la minería ilegal. Había sido explotada sexualmente en el centro poblado de Delta, un enclave donde operan al menos 30 bares y cantinas en medio de campamentos informales, algunos con vigilancia armada y trabajadores encapuchados.

El caso fue presentado hace unas semanas ante la Comisión Regional Multisectorial Permanente contra la Trata de Personas como ejemplo del avance del delito en territorios indígenas y la urgencia de medidas preventivas. La menor se encuentra bajo custodia del Estado —precaria en situaciones como esta—, mientras otras permanecen expuestas y fuera de las estadísticas oficiales.

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