En la Casa de Nariño, guardadas como reliquias vergonzantes , reposan las rodilleras que expresidentes usaron para rendir pleitesía en Washington y Nueva York. Eran el accesorio obligatorio para agachar la cabeza, pedir permiso y repetir discursos ajenos.
Gustavo Petro no las llevó consigo. No las quiso. Esa ausencia lo liberó. Sin rodilleras, pudo hablar con dignidad, mirar de frente y levantar la voz en nombre de un pueblo que durante décadas fue reducido a eco servil de potencias extranjeras.
Los antecedentes de la subordinación
La historia reciente ofrece ejemplos claros. Andrés Pastrana firmó el Plan Colombia en la Casa Blanca, aceptando condiciones que marcaron durante años la política de seguridad bajo intereses externos. Álvaro Uribe convirtió su relación con Washington en u