Treinta años después, el fantasma de la descertificación vuelve a rondar a Colombia. La última vez fue con Bill Clinton; ahora la figura es Donald Trump. En su estilo particular, nos descertifica, pero al mismo tiempo deja abierta la puerta a “revertir” la decisión si nos portamos bien. Diplomacia de amenaza disfrazada de sugerencia.
Trump ya había considerado esa posibilidad años atrás, pero se le olvidó. Hoy parece disfrutarla, quizás como una forma de reafirmar que “él manda”, como si estuviéramos todavía en los noventa. Para él, la descertificación es sobre todo una moneda de cambio en la política interna de EE. UU. , y Colombia se convierte en saco de boxeo para sus discursos.
Entre la sanción y el favor
Lo irónico es que las implicaciones reales son mínimas. El Departamento de