La guerra en Ucrania ha acelerado el proceso ya conocido como la segunda desintegración soviética, en la que las antiguas repúblicas se alejan cada vez más del Kremlin, tanto desde el punto de vista político como económico.

La clara victoria electoral del Gobierno europeísta y el descalabro prorruso en las elecciones parlamentarias del domingo en Moldavia confirma la tendencia. La ideología revanchista anclada en el pasado que propone Moscú no es atractiva para sus vecinos.

Aunque la Unión Soviética no existe desde 1991, la dependencia de las antiguas colonias de la metrópoli siguió siendo muy aguda hasta 2022, especialmente desde el punto de vista energético.

Además, las inercias eran demasiado fuertes y las fuerzas vivas que asumieron el poder tras la independencia habían nacido bajo

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