Hace unos dos años, con motivo del Día de la Libertad de Expresión en México, escribí una editorial que titulé: “Oficio apasionante, peligroso y poco reconocido”. Al igual que en aquella colaboración, veo que las cosas no han cambiado en nada cuando hablamos de este derecho fundamental, hoy tan amenazado.

Primero, el periodismo en México es —y muchos lo sabemos— uno de los oficios más apasionantes que existen, pero también es quizá uno de los más riesgosos y menos reconocidos. Cada nota escrita, cada entrevista transmitida, cada crónica que llega al lector es, en realidad, un acto de servicio público; pero también un trabajo que suele pagarse caro: con amenazas, persecución, censura y, en el peor de los casos, con la vida misma.

No se trata de exagerar. México sigue siendo uno de los paí

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