Las comunidades nómadas del mundo comparten un rasgo central: la vida no se organiza desde un lugar fijo, sino desde el desplazamiento. Esta movilidad permanente impone desafíos logísticos complejos , desde asegurar el abastecimiento de alimentos y agua hasta organizar la infraestructura mínima para sostener la vida en territorios de clima extremo.
El nomadismo obliga a diseñar una logística distinta a la urbana o industrial, basada menos en carreteras y puertos, y más en la adaptabilidad de las personas, los animales y las redes comunitarias . La capacidad de anticipar cambios en el entorno, mover campamentos con rapidez y compartir recursos resulta clave para la supervivencia.
En este marco, Mongolia representa un caso emblemático. Allí, alrededor del 40 % de la población