Cuando al reloj ayer apenas le faltaban unos pocos minutos para que marcasen las 13 horas, la emoción y los nervios estaban a flor de piel tanto en el bar del campo de fútbol de Sant Jordi como en la sala pequeña del Teatre Principal de Inca . No era para menos: los equipos de ambas localidades eran uno de los 116 presentes en el sorteo de la Copa del Rey. Un hito histórico para los palmesanos y un déjà vu para los inquers, que vivieron su etapa dorada en los años sesenta en Segunda División .

Los primeros ya sabían que se enfrentarían, por los criterios de proximidad geográfica, a un equipo de la máxima categoría. « No queremos al Mallorca . Preferimos a Osasuna o, en su defecto, al Espanyol », afirmaban en un bar que rozaba el límite de su capacidad y en el q

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