Kaan Yetkin Toprak/Shutterstock

La cavidad oral es una parte del cuerpo en donde ocurren funciones esenciales para la vida diaria, como la alimentación, la fonación, la respiración y hasta la expresión emocional, que se manifiesta a través de la risa o el llanto. Está conectada con otros sistemas del cuerpo, como el digestivo y el respiratorio, y en ella habitan microorganismos que, normalmente, ayudan a mantener la salud.

Cuando hay cambios dentro de la boca, debido a una dieta alta en azúcares o por una mala higiene dental, algunos de los microbios pueden comenzar a causar problemas. Este suele ser el origen de la caries dental.

Según la OMS, la caries dental es la enfermedad más extendida del planeta. Se ha reportado una prevalencia del 48 % en niños menores de seis y afecta a más de 2 000 millones de personas en el mundo. ¿Cómo es posible que algo tan prevenible siga afectando a tantas personas?

La caries dental es un proceso que ocurre poco a poco y depende de varios factores. No es contagiosa como un resfriado, pero si está influida por lo que comemos y por la presencia de una capa de bacterias que se forma sobre los dientes (placa bacteriana).

Las bacterias utilizan los azúcares de la dieta y forman ácidos. Con el tiempo, este proceso puede ir debilitando las partes duras del diente. Afecta, por ejemplo, al esmalte, ya que sustrae minerales esenciales como el calcio y el fosfato, que son los encargados de mantenerlo resistente y fuerte. A esto se le llama desmineralización.

Afortunadamente, el esmalte dental no está completamente indefenso. El cuerpo tiene mecanismos naturales que ayudan a reparar el daño inicial causado por los ácidos. Este proceso se llama remineralización, y ocurre cuando los minerales vuelven a incorporarse al esmalte, fortaleciendo su estructura.

¿Cómo nos ayuda el cuerpo?. La saliva interviene en este mecanismo, ya que actúa como un vehículo que transporta los minerales y ayuda a neutralizar los ácidos.

Por lo tanto, la caries dental es parte de un proceso que depende del equilibrio entre lo que el diente pierde y lo que recupera, razón por la que no aparece de un día para otro.

Sin embargo, en el proceso continuo de desmineralización y remineralización, pueden aparecer manchas blancas opacas en la superficie del diente que está pegada a la encía. Estas manchas representan el primer signo clínico de caries dental (la caries dental no siempre comienza como un “hueco”).

La coloración se debe a que la pérdida de minerales altera la forma en que la luz se refleja en el diente, razón por la que se aprecian estas zonas blancas y opacas. Se podría decir que las manchas blancas son las pistas e indicios con los que el diente avisa. Este mensaje nos advierte que los ácidos están ganado terreno y han comenzado a debilitar su estructura.

Del ataque ácido a la estabilidad mineral

Se dice que una lesión de caries está activa cuando continua progresando, ya que las bacterias siguen produciendo ácidos que atacan el esmalte y la dentina. Es como si el diente estuviera atrapado en una lluvia de ácidos, sin refugio para sanar. Por otra parte, la lesión de caries inactiva es la que no ha avanzado. Aunque el tejido dental está afectado, ya no hay actividad bacteriana ni pérdida de minerales.

Aquí comienza el lado menos conocido de las caries inactivas: su avance se ha frenado pero siguen siendo testigos de un pasado de desmineralización y requieren vigilancia.

Una caries inactiva no significa que esté curada, sino pausada. Y aunque parezca dormida, puede despertar si no cuidamos el ambiente que la mantiene tranquila. Este ambiente es muy delicado y depende de varios factores que cumplen una función protectora sin que lo notemos.

Gracias a una buena higiene, exposición al flúor, menor consumo de azúcares y una saliva que realiza de manera eficaz sus funciones defensivas, las caries inactivas permanecen en reposo. Pero si alguno de estos elementos se altera, la lesión puede activarse y avanzar hacia la cavitación.

¿Qué cuidados requiere un diente con una cavidad que ya no avanza?

Cuando la caries ha creado una cavidad en el diente pero ya está inactiva, el tratamiento depende de factores como la profundidad de la lesión, la funcionalidad del diente y el riesgo de reactivación.

Si la lesión no compromete la función ni acumula placa, el refuerzo de higiene, el uso de pastas con flúor (para remineralización superficial) y el control dietético pueden ser suficientes para mantenerla estable. Cuando la cavitación afecta la limpieza pero la lesión está estable, los infiltrantes con resina estabilizan la zona. Pero si la cavitación ha avanzado tanto que compromete la función del diente, retiene placa y además está muy profunda, es necesario reconstruir el diente de para que recupere su forma y función, se facilite el cepillado y se prevengan problemas posteriores.

Con visitas regulares al dentista podemos mantener las lesiones inactivas bajo control sin recurrir a intervenciones agresivas, entendiendo que su evolución está ligada al ambiente bucal. Cuidar lo que ya está estable es una forma de prevenir.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.

Lee mas:

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.