“Vengo a decirte adiós. Dentro de un cuarto de hora estaré muerto”, le dijo el mariscal Erwin Rommel a su esposa, Lucie, la tarde del 14 de octubre de 1944 en su casa familiar de Ulm, donde se reponía de las graves heridas recibidas en Francia tres meses antes cuando dos cazas británicos habían ametrallado su auto. “Sospechan que tomé parte en el complot para asesinar a Hitler. Al parecer, mi nombre estaba en una lista hecha por Goerdeler en la que me consideraban futuro presidente del Reich. Es el método que emplean siempre. Les he contestado que no creía lo que decían, que tenía que ser mentira. El führer me da a elegir entre el veneno o ser juzgado por un tribunal popular” , le explicó.

Si la última conversación privada entre Rommel y su mujer ha quedado en la historia se debe a

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