Durante siglos, el kéfir fue un secreto bien guardado en las montañas del Cáucaso. Elaborado originalmente en odres de piel de cabra, este fermento blanco y espeso se consideraba un regalo divino. Su nombre, de origen turco, significa literalmente “sentirse bien”, y hoy la ciencia parece darle la razón.

El kéfir es una bebida fermentada rica en microorganismos vivos que se obtiene a partir de pequeños gránulos gelatinosos. En su interior habitan bacterias lácticas y levaduras que conviven de forma simbiótica, formando una comunidad capaz de transformar la leche o el agua azucarada en un alimento lleno de compuestos bioactivos.

Dependiendo del cultivo, estos gránulos pueden contener entre 30 y 60 cepas distintas, un auténtico ecosistema microscópico que convierte los azúcares en ácido lác

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